miércoles, 15 de abril de 2015

ÁNGEL GRACIA: 'Campo rojo'

Ángel Gracia: «Entre los once y los trece años aprendes qué es el miedo de verdad»

·         El autor zaragozano presentó en Donostia su novela 'Campo rojo', una historia de infancias violentas y suburbiales de comienzo de los ochenta


Ángel Gracia.
                                                                     Ángel Gracia.

El poeta y narrador Ángel Gracia (Zaragoza, 1970) presentó la semana en la Fnac donostiarra, su novela 'Campo rojo' (Ed. Candaya), una suerte de introducción a la ley del más fuerte narrada a través de las relaciones de matonismo y violencia que se establecen entre un grupo de chavales que habita la periferia de una ciudad española de principios de los años ochenta.
-¿De dónde surge la idea de escribir esta novela?
-Sí, desgraciadamente, todos hemos tenido alguna experiencia en la infancia marcada por la violencia, ya sea como víctimas, verdugos o testigos, dentro o fuera del colegio. Quería tratar este tema y pensé que lo podía situar en un tiempo que yo conocía mejor, como son los años ochenta. En la actualidad, además de la violencia intrínseca de los chavales, están los problemas derivados de la inmigración, que en aquel entonces no existía.


«Quería desmontar esa corriente de nostalgia que ha entrado con el libro 'Yo fui a EGB'» 


-Y las nuevas tecnologías...
-Eso es, que lo complica aún más. Se me escapaba de las manos porque lo que pretendía era tratar la violencia en estado puro del grupo contra los individuos, en este caso, niños totalmente desamparados que son diferentes, solitarios y unas veces se automarginan y otras, es el grupo el que lo hace. O simplemente, muchos de ellos no querían formar parte de la manada.
-¿Por qué persiste el cliché de los niños como seres angelicales?
-Por mi experiencia, me apetecía desmontar tópicos literarios porque el de la infancia como paraíso perdido yo creo que no se lo cree nadie. Quería desmontar toda esta corriente de nostalgia que ha entrado con un libro que luego ha tenido su segunda parte, 'Yo fui a EGB', lleno de cromos, juguetes, anuncios de televisión... Todo eso desde un punto de vista totalmente volcado en la nostalgia. Hay gente que ha estado muchas veces al margen y seguramente no tiene esos recuerdos. Quería ofrecer una mirada crítica sobre toda aquella época. Yo sí que fui a EGB y vi todo esto.
-Alguien dijo que en el colegio sólo se aprende defensa y ataque. ¿Es 'Campo rojo' la traslación de esta frase al género novelístico?
-Sí. En principio, parece que los grupos básicos son las víctimas y los verdugos, pero lo interesante es que muchas veces algunas víctimas acaban conviertiéndose en vergudos y éstos, como se despisten, pueden acabar de víctimas de otros verdugos superiores. No son roles sociales que uno adopta para siempre. Desde luego, si eres un paria tienes pocas posibilidades de ascender, pero si estás en lo alto de la escala de los fuertes puedes caer cualquier día.
-Luego está el grueso de la tropa, que se alinea junto al matón para no aparecer en su radar y acabar en su punto de mira.
-Eso es. El protagonista lucha todo el tiempo por hacerse invisible para unos y para otros. Hace clasificaciones de los chavales que van a recibir golpes antes que él y está contento porque calcula, por ejemplo, que siendo el sexto, el día transcurrirá sin que lleguen a pegarle.
-¿Es por miedo el motivo último de todo lo que hacemos?
-Entre los once y los trece años es el período en el que aprendes lo que es el miedo de verdad, no el de a dormir a oscuras, sino el social. Muchos caen en el intento, se crean una burbuja en la que sobreviven como pueden y se crean una serie de heridas que ya no pueden curar y otros se incluyen entre los bestias y unos terceros optan por hacerse invisibles. El miedo es fundamental es la relación de fuerza que se establecen entre los grupos de poder y el individuo. En la novela estoy tratando de niños, pero en ese momento, paradójicamente se aprende que durante el resto de tu vida vas a arrastrar. Las relaciones de poder, la convivencia y la propia identidad se crea en ese momento y luego se arrastra toda la vida. El que ha sentido miedo de verdad, físico, miedo a que lo humillen, lo recuerda siempre.
-A una edad en la que uno aspira a que lo admiren, luego se conforma con que lo admitan.
-Justamente las personas que tienen la autoestima más baja son las más peligrosas porque pueden reaccionar a la contra. Es muy difícil de olvidar y casi imposible perdonar. Más allá de lo que cada uno ha vivido, la novela se coloca del lado de los débiles, de los marginados. Da la sensación de que en los medios de comunicación sólo salen los triunfadores, los que han hecho algo brillante, pero la mayor parte de la gente no ha hecho nada, excepto sobrevivir como ha podido y llevar una vida digna, al igual que la mayoría de los chavales que aparecen en la novela.
-¿Cree que los agresores infantiles de hoy son los triunfadores de mañana?
-Sí, estoy convencido de que si cuando tienes trece años construyes un grupo mafioso a pequeña escala lo vas reproduciendo toda tu vida. Cuando un chaval es corrupto desde un punto de vista ético lo seguirá siendo toda su vida porque ve que eso funciona muy bien.
-¿Qué papel juega ese descampado apocalíptico en la novela?
-Es el típico descampado, que no hay que confundir con un solar -que es un lugar vacío en el interior de una ciudad-. Por el contrario, el descampado es ese no lugar que hay al final de la ciudad, cuando ésta deja de serlo, ni es fértil, ni es un solar edificable, es un erial, una tierra de nadie con la que no sabemos qué va a suceder. Es un escenario muy poco utilizado en la literatura, aunque en los ochenta era un escenario muy habitual para chavales de familias humildes. Me parecía un lugar lleno de metáforas y muy elocuente para situar escenas potentes de la novela, no sólo las violentas, sino también otras más bonitas. No todo es desolación en esta historia; también hay momentos íntimos relacionados con la familia, muchas veces, el único refugio posible.
-¿Por qué no ha fijado la historia en ninguna ciudad concreta?
-Porque hay muchos elementos en común en la periferia de las ciudades de la época. Son temas universales. Todo esto lo podemos situar en el San Sebastián o el Bilbao de los años ochenta. Y lo peor de todo es que la degradación social y los problemas de paro o empobrecimiento generalizado empieza a parecerse a los de aquella época. Mucha gente que lea la novela verá inquietantes paralelismos.
-¿Se reconocerá en algún personaje de la novela algún posible fantasma de su pasado?

-No, no creo. Es muy difícil. He intentado hacer ficción. Si tuviera que posicionarme, no me situaría en la literatura autobiográfica de Javier Cercas y toda esta gente.

FUENTE:             EL DIARIO VASCO.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario